ESPEJOS
Nos creemos el ombligo del mundo… pero estamos llenos de prejuicios.
Siempre dispuestos a juzgar y condenar de ojos cerrados, a quien no es a nuestra imagen y semejanza.
Caemos fácilmente en fanatismos, y nos dejamos llevar por lo aparente.
Ni siquiera somos capaces de discernir que es lo aparente, y que lo verdadero. No tenemos tiempo para eso. Nos apuramos a llenar nuestras cárceles con seres que no comparten nuestras ideas o costumbres, por las dudas, que traigan malas intenciones.
Por no traer un papel sellado y firmado por alguien que se cree un gran señor.
Condenamos al que tiene más, porque si tiene tanto, en algo raro andará!
Condenamos al que tiene menos, porque si anda así, por algo será!...algo habrá hecho!
Si alguien habla demasiado, es un lengua larga que se mete donde no lo llaman.
Si habla poco, será porque algo oculta.
Aislados en impenetrables fortalezas. Aislados en barriales llenos de niños con hambre.
Siempre estamos en peligro, de recibir una bala perdida o que alguien nos de una mano sin pedir nada a cambio.
Criticamos al que reza varias veces al día, al que nunca va a misa los domingos, al que se baña en su sagrado río, al que enciende su sagrada fogata.
Tampoco se salva aquel que baila y canta como forma de oración.
Dicen que el mundo está cambiando.
Pero seguimos practicando antiguas inquisiciones, limpieza de clases, pureza de razas.
Al juzgar y condenar, estamos poniendo en evidencia nuestras propias miserias y pobrezas.
Por cada uno que señalamos, nos estamos señalando tres veces más a nosotros mismos.
Es triste notar, que mientras no seamos capaces de mirarnos al espejo, no hemos aprendido nada.
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